La farsa del genocidio en Guatemala

La Otra Cara

¡El mundo merece, conocer la verdad!

Pocas veces en la historia de la humanidad se ha orquestado con tanta enjundia y bajeza una campaña de desinformación y mentiras repetidas con tanta frecuencia y en forma tan sistemática ante la complacencia, y financiamiento de la izquierda europea y estadounidense, qué, para quienes no vivieron la época o desconocen el tema, ha terminado por aparecer “como verdad”. En la década de los años 30 del Siglo XX, dos de los ideólogos del Partido Comunista Italiano, Palmiro Togliati y Antonio Gramsci, diseñaron una estrategia de comunicación destinada a ser utilizada en la mente de las masas occidentales; para lo cual los marxistas infiltrados mediante acciones psicopolíticas deberían enfocar su esfuerzo en adueñarse de la iniciativa en tres importantes sectores:

1. La religión (para obtener el control de sus principales congregaciones),

2. La educación (copamiento de sus liderazgos gremiales) y,

3. Los medios de comunicación (haciéndose del control de las columnas de opinión y de la línea editorial).

Siguiendo los enunciados del Concilio Vaticano Segundo y las Conferencias Episcopales de Medellín (1968), y Puebla (1979), y precedidos por las acciones de los curas marxistas Gustavo Gutiérrez Merino (peruano), Leonardo Boff (brasileño) y Camilo Torres Restrepo (colombiano); religiosos españoles y guatemaltecos se involucraron directamente como dirigentes en las organizaciones terroristas guatemaltecas. Según Luis Gurriarán (Guatemala. El silencio del gallo): “con la Teología de la Liberación, que en Guatemala alcanzó su máxima expresión, por todo el continente numerosos católicos participaron en la Revolución y la Guerra”.

A mediados del año 1981 la Inteligencia del Estado de Guatemala propino un severo golpe a la estructura logística de los terroristas en el área urbana y suburbana, y tras dos meses de combates los marxistas habían perdido todos los equipos, armamento pesado, y muchos expertos entrenados en Cuba, Vietnam, y Libia; y para mediados de 1982 la ofensiva militar lanzada en contra de los Frentes Guerrilleros rurales no disminuía su ímpetu y la correlación de fuerzas se inclinaba aceleradamente a favor del Estado con la conformación de los Comités Voluntarios de Auto Defensa Civil –CVDC-. Cada día que pasaba, los terroristas estaban claros que la derrota sufrida era de carácter estratégico y que el curso del Enfrentamiento Armado Interno –EAI- se había volteado para siempre en su contra; por lo tanto, decidieron volcar su esfuerzo hacia el área internacional con la intención de obtener una condena en contra del Estado de Guatemala por un supuesto genocidio. Dentro de esa estrategia, conformaron grupos lobbistas especializados apoyados por la Izquierda Internacional. El Frente de New York, y el Comité Guatemalteco de Unidad Patriótica -CGUP-, fueron presentados como grupos de intelectuales y exiliados que difundirían su versión sobre los problemas del País.

Sus mentores marxistas les indicaron en septiembre de 1982: “El objetivo es conseguir a toda costa una resolución por genocidio” (Guatemala. El silencio del gallo, página 270), la farsa estaba montada, solo era cuestión de tiempo para revertir en el campo político diplomático la derrota militar que habían sufrido en el campo de batalla. Con la intención de hacer más creíble su actividad se dieron a conocer como Representación Unitaria de Oposición Guatemalteca –RUOG-.

Maquiavélicamente, utilizaron a Rigoberta Menchú Tum, ya que el Congreso Internacional de Tratados Indios de los EU había sido reconocido como una ONG con sede permanente en las Naciones Unidas y le proporcionaron una credencial para operar desde la ONU. Poco a poco la conspiración iba avanzando. Ya con una marcada correlación de votos a su favor, los terroristas guatemaltecos obtuvieron el apoyo de otro aliado estratégico: WOLA -Washington Office For Latin América-, fogueada oficina lobbista con múltiples contactos a nivel del Gobierno, Congreso y Senado de los Estados Unidos. Con estas y alianzas el cerco se iba cerrando alrededor del Estado de Guatemala.

Para terminar de inclinar la balanza a favor de la campaña de desinformación, un viejo aliado, el exembajador Máximo Cajal responsable al igual que Gustavo Meoño Brenner –Comandante Manolo- de la quema de la Embajada de España en nuestro país el 31 de enero de 1980, fue nombrado como Cónsul de España en New York y el embajador de España en la ONU Jaime de Piniés inmediatamente les ofreció un respaldo “total, sin matices, ni condiciones”. La suerte estaba echada, la consigna era que el Estado de Guatemala debía ser condenado a toda costa, y el embajador de Suecia se ofreció para presentar y defender la resolución de condena. Como consecuencia, se sumaron los gobiernos de España, Holanda, y Bélgica, y Rigoberta Menchú a quien ya había seleccionado el EGP/URNG para impulsarla como candidata al Premio Nobel de la Paz, fue enviada a intensificar el trabajo político diplomático a Ginebra a la Comisión permanente sobre los derechos humanos. Frank Larrué y Luis Gurriarán fueron enviados a Washington.  

Al cabo de dos años -1984-, el perverso trabajo de los grupos de lobby obtuvo el resultado deseado. Lograron que el Congreso de los Estados Unidos emitiera una moción basada en un documento de la Conferencia Episcopal, que utilizaba por vez primera el término “genocidio” ¡La farsa, lograba su objetivo estratégico! La subversión, luego de derrotada, dirige una ominosa campaña de mentiras, propaganda y desinformación, mutando sus métodos, pero aferrada a sus fines y objetivos, pues la lucha armada fue solo una de sus facetas. Durante los últimos años, la ideología y la desinformación se han introducido en la educación, la cultura, la economía, y el sector justicia.

En Guatemala el final del EAI fue corolario de una insulsa negociación aceptada por Gobiernos permeados por izquierdistas que cedieron a los terroristas espacios jamás logrados por medio de las armas. La psicopolítica empleada trajo consigo la persecución de Veteranos Militares mediante la judicialización de casos prefabricados mediante vericuetos legales destinados a provocar indebidos sentimientos de culpa por haber defendido a la Patria y sus instituciones.

La existencia de un supuesto genocidio para burlar la Ley de Reconciliación Nacional y numerosas amnistías promulgadas para terminar el Enfrentamiento es utilizada por ONGs neo marxistas para manipular la mente de la juventud y la sociedad que ignora la verdad histórica de lo sucedido. Increíblemente, sectores cuyos capitales y corporaciones sobrevivieron por el sacrificio de muchos soldados y ciudadanos cuando había caído Nicaragua, y tambaleaba El Salvador (a pesar del vasto apoyo militar negado por Jimmy Carter, a Guatemala); mientras avanza en silencio un nuevo debate por la Farsa del Genocidio, voltean la vista y coquetean con quienes asesinaron cobardemente a sus dirigentes empresariales más destacados y valientes.

Nunca tantos debieron tanto a tan pocos, habría dicho Winston Churchill en una de esas ocasiones memorables. Los soldados que sacrificaron sus vidas por los demás, es un claro ejemplo de todo ello y sus palabras hoy resuenan con más fuerza que nunca para denunciar la mentira y reivindicar, para siempre ante la historia, a aquellos compañeros que dieron todo, incluidas sus vidas, por defender la paz, la libertad y la democracia.

Publicado originalmente en “El Siglo Guatemala”

Oscar Platero

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